Elsa y Fred: Lecciones de vida

En estos días, tuve la oportunidad de ver la película "Elsa & Fred" dirigida por Marcos Carnevale. Producción española-argentina que está protagonizada por China Zorrilla (Elsa) y Manuel Alexandre (Fred) entre otros grandes actores.

Esta producción del año 2005, es sin lugar a dudas un canto al amor entre hombre y mujer. En su posibilidad de poder describir los diversos tipos de amor con diferentes palabras los griegos hablaban del “eros”.

"Elsa & Fred" es una historia de amor tardío. Una historia de dos vidas que al final del camino descubren que nunca es tarde para amar, ni para soñar. El film muestra dos personas con carácter y modos de afrontar la vida totalmente diferente. Pero ambos descubren en el otro algo que los trascenderá: el amor. Este hecho abre a la persona a algo nuevo. Abre las puertas de las cuatro murallas que marcaban los límites de la vida para ir más allá, ir justamente, hasta donde le plazca. No quedarse en barreras puestas por el hombre con su carácter, sino llegar al horizonte mismo. Es decir, hasta el límite humano.

En esta producción, la puerta de las murallas de cada uno de los dos protagonistas son los 60 años que vivió Elsa soñando un momento que ya había sido soñado por Fellini: la escena de "La Dolce Vita" en la Fontana di Trevi. Igual, pero sin Anita Ekberg sino ella. Sin Marcello Mastroiani, sino con ese amor que tardó tanto tiempo en aparecer.

Hoy, donde muchas veces se confunde amor con enamoramiento pasajero, con rendimiento o placer sexual, con sentimientos placenteros momentáneos; buscar el amor en la tercera edad es buscar la explicación más pura del amor humanamente hablando, despegándolo de estas cuestiones casi juveniles y confusas.

Además, la tercera edad, donde transcurre esta historia, es una edad actualmente flagelada por el abandono, pero ¡gracias a Dios! que la sabiduría no es un hecho dado por el reconocimiento social sino por saber ver en el paso de la vida las enseñanzas que esta aporta a las experiencias. Por eso, nuestros abuelos siguen siendo sabios.

¡No se puede estar todo una vida juntos!, parece ser el live motive de estos tiempos, que no es mas que una actitud que se volvió costumbre de transformar en regla general un fracaso puramente personal. Estas actitudes acumulan polvo sobre las esencias pero el amor verdadero y apostado para toda la vida existe, solo que algunos hombres no desean hacer uso de él.

La película es solo un disparador de algunas cuestiones que me gustaba dejar en el aire para pensar. Trascender, es el desafió. Esperanza es la confianza en que los buenos deseos futuros ya están presentes: soñar 60 años no es nada para una eternidad pero es una vida para el hombre y sin embargo Elsa nunca dejó de soñar.

Trascender es no dejar de buscar los buenos anhelos del amor nunca, aunque socialmente se mire hacia otro rumbo. Aunque las filosofías momentáneas marquen con un cartel gigante luminoso un es imposible. Y esto será posible no solo transcendiendo, sino trascendiéndose por que a veces la pila de polvo se instala en las cavidades del corazón y van matando el sueño.

El desafió esta hecho, te invito a tomar un café dentro de 60 años y espero que si aún no se han podio concretar tus buenos sueños sigan en pie en esta “Dolce vita”.


FM el Rosario otra vez on line







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Reivindicación del diálogo nacional

En estos últimos días se ha escuchado hablar mucho de la palabra “diálogo”. La palabra diálogo proviene del griego διά (diá… a través de) + λόγος (logos, palabra, discurso). A través de la palabra o el discurso. Es una modalidad del discurso oral y escrito que se da en la comunicación entre un emisor y un receptor que interactúan. Se concibe al diálogo como un proceso de generación de sentido y de construcción de significados comunes entre actores individuales y colectivos.


“En este proceso de comunicación, cabe destacar la importancia asignada a la construcción interpersonal y colectiva de significados comunes que hacen posible la materialidad del Diálogo; más allá de la recta intencionalidad, reclamada por algún discurso ingenuo de la política, como condición suficiente para asegurar la confiabilidad del buen diálogo” decía el Licenciado en Ciencia Política, Juan Carlos Herrera, en una monografía publicada por Internet allá por el año 2002, en el marco de la solicitada Mesa de Diálogo promovida por el Presidente Eduardo Duhalde.


A este entender, el diálogo debe servir para subsanar heridas que el paso de la historia a dejado en la sociedad. Uno escucha hablar de oligarquía, cabecita negra, golpista, y hasta reivindicaciones a momentos que jamás quisiéramos vivir los argentinos. Ojo que no solo las reivindicaciones son malas, la apología de esos momentos también lastiman. Utilizar esos momentos para juzgar abiertamente a punta de dedo en forma deliberada a quien piense distinto, no solo no aporta a dialogar, sino que es hasta danino. Sí, es justo que pague quien deba pagar pero también es hora de la reconciliación y arrepentimiento social dentro del mismo proceso de generación de sentido y de construcción de significados comunes ya citados en la concepción de un diálogo.


Los “argentinos y argentinas” tenemos vastos ejemplos de pedidos de diálogo a medidas que se impusieron si un previo coloquio y escuchando las necesidades del sector damnificado bajo la legitimidad del poder democrático. Sector, en este caso, que que también en su descontento ha cometido errores afectando a otros ciudadanos. Medidas que cambian en su metodología y hasta en el sentido de porque fueron aplicadas. Sabremos en un futuro si quedan vacías de las soluciones que vinieron a proponer.


Cuando se escuchan términos hirientes para referirse a otro sector de la sociedad, es preocupante, porque a dónde quedaron las bases de aquella Mesa de Diálogo pedida justamente desde la presidencia de turno en el 2002, que convocó las bases de diversos sectores del país. Claro, no puedo menos que recordar del aquel momento los gestos de Mons. Jorge Casaretto de profundo cansancio físico por el trabajo que aquello había generado y el profundo dolor humano por el vació en el que cayeron.


Hay entonces que hacer un claro ejercicio de la memoria, no solo de los hechos trágicos de nuestra historia, sino también de los profundos esfuerzos de reconciliación del pasado para generar una “construcción interpersonal y colectiva de significados comunes que hacen posible la materialidad del Diálogo”. Basta de te hago esto porque vos hiciste o fuiste esto, acaso, ¿no es caer en lo mismo? Buscar justicia no es hacer justicia por mano propia aún gozando de un derecho institucional en un cargo transitorio otorgado por el pueblo.


La construcción requiere reinstalar el respeto por el otro, aún teniendo la razón no me otorga el derecho de buscar en el discurso abierto socios de un acto que produce mucho daño social, y más que promover el diálogo suscita sentimientos de ira y resquebrajamiento social.


Cuidado, que la irritación puede ser un instrumento efectivo en las masas pero poco constructivo en un país y más aún cuando provienen de esferas como el Poder Ejecutivo. También cuando las disposiciones de presión para rectificar una medida llegan a la irritación caprichosa de producir el desabastecimiento de un país.


País que exige un diálogo donde interactúen las partes y no discursos contestatarios de sectores. Los momentos que estamos viviendo no solo quedaran en la historia por el hecho producido sino también como un momento clave para construir diálogo en base a los errores cometidos o como un volver a reincidir en errores del pasado por nacionalismos peligrosos.