Del Rin al Salado

Un acuerdo político en 1853 propició la radicación de inmigrantes suizos y alemanes en Santa Fe. El incentivo fue otorgarles tierras para instalar la primera colonia agrícola del país. La ciudad de Esperanza es hoy una perla del patrimonio cultural argentino.

A mediados del siglo XIX Europa sufría por sus conflictos bélicos, sumida en una gran crisis económica. La Confederación Argentina, en cambio, acababa de superar sus luchas civiles y comprendía que carecía de fuerza de trabajo para su geografía rica en recursos naturales. Se planteó entonces la necesidad de poblar el territorio con políticas que favorecieran la inmigración y los planes de colonización agrícola.

En ese marco nació la ciudad de Esperanza, en la provincia de Santa Fe, la primera colonia agrícola del país, como resultado de una conjunción de factores favorables. Bautizada como “cuna de la colonización en la Argentina”, se organizó bajo el sistema de subdivisión de la propiedad: una concesión de tierra a cada familia colonizadora. El Ministro de Gobierno provincial Manuel Leiva y el empresario salteño Aarón Castellanos fueron los firmantes del contrato en junio de 1853, cuando comenzó esta historia.

En tierra firme

Llegaron suizos y alemanes para formar la nueva colonia agrícola en las márgenes del río Salado. El profesor de historia Hugo Mario Zingerling, quien fuera presidente del Centro de Estudios e Investigaciones Históricas del Departamento Las Colonias hasta su muerte en 2007, sintetiza el periplo de aquellas familias desde el título de su libro: Encuentro de dos mundos, del río Rin al río Salado. Descendiente directo de los fundadores llegados desde Alemania, focalizó sus investigaciones en inmigración y colonización (parte de su trabajo puede consultarse en www.zingerling.com.ar).

Aquellos laboriosos colonos, trabajando la tierra en comunidad como era su costumbre, contribuyeron al desarrollo de la identidad argentina. Relata Juan Schobinger en su libro Inmigración y colonización suizas en la República Argentina en el siglo XIX que fueron pioneros en la agricultura e impulsores de la industria láctea según su tradición alpina y el estilo de cultivo en extensiones reducidas de tierras. A ellos les debemos, por ejemplo, el gusto por la manteca.

Dentro de sus aportes sociales cabe mencionar la práctica de la subdivisión de la propiedad rural, proceso iniciado por el Estado al ceder tierras. Iniciadores del cooperativismo, impulsaron al mismo tiempo el régimen municipal, que si bien no era nuevo en tierras rioplatenses, se fortaleció con la consolidación que ellos supieron sumar.

Junto a británicos y alemanes, los suizos también impulsaron la práctica de deportes y el ejercicio de la música. Surgieron las sociedades de canto y, según relata Hugo Zingerling, de noche “luego de la cena, siempre había alguien de la familia que sabía tocar algún instrumento, generalmente un acordeón, dando lugar a un baile” o bien para “escuchar las canciones que interpretaban”.

Expresiones culturales

El 16 de agosto de 1874 se creó la Asociación Suiza Guillermo Tell, que conserva un importante papel en el desarrollo cultural de la comunidad helvética y en la vinculación de los descendientes con la patria de sus antepasados. Integran la asociación la Orquesta Filarmónica Guillermo Tell, con cuarenta músicos, y el Ballet de Danzas Folklóricas Suizas que, además, dicta clases de bailes típicos. También tiene una escuela de tiro con arco, deporte que introdujeron los helvecios, y llevan adelante el programa radial “Sueños Suizos” por una emisora de FM local. En enero organizan la Fiesta Cervecera Suiza, que este año tuvo su séptima edición. El parque del Chalet Suizo, sede social de la Asociación, fue el escenario ideal para disfrutar de la música, los bailes y la gastronomía típicos de la Confederación Helvética. Considerado patrimonio histórico nacional, fue edificado en 1891 con la idea de preservar las características de las construcciones suizas de la época. En abril de 2001 se inauguró la nueva sede social de la Asociación Suiza Guillermo Tell: un edificio moderno y funcional pero con reminiscencias de la arquitectura original.

En 1872 Guillermo Wilcken dio a conocer su informe “Las Colonias” en el que dice que “a los alemanes y suizos les cuesta acostumbrarse al país, inconveniente al que contribuye la dificultad que experimentan para aprender el idioma nacional”. Sin embargo, agrega que “una vez vencida aquella dificultad y familiarizado con las costumbres, no hay mejor colono ni agricultor más inteligente”. Las costumbres de las colectividades legitiman con su historia las palabras de un simple inspector de colonias.

Invasión gringa

“Hoy nadie llegaría. / Pero ellos llegaron. / Sumaban mil doscientos. / Cruzaron el Salado. / Su lengua era difícil. / Sus nombres eran raros. / Los gauchos se murieron / sin poder pronunciarlos. / Bérlincourt se llamaban, / que es un hilo enredado. / Zingerling se llamaban: campanita sonando. / Zimermann: un dibujo del mar atravesado”.
De José Pedroni

Nota publicada en la revista Ciudad Nueva