
Si bien algunos estudiosos coinciden en señalar como precursores de nuestras letras a Martín del Barco Centenera, Ruy Díaz de Guzmán o Ulrico Schmidl, lo cierto es que se trata de cronistas cuyas obras revisten más un interés histórico que literario.
La Colonia
La crítica rescata especialmente en el siglo XVII los nombres de Luis de Tejeda, el primer poeta nativo, y el de Reginaldo de Lizárraga (llamado en realidad Baltasar de Obando), el primer viajero del Tucumán.
La Revolución de Mayo

El fervor independentista encontró su expresión bajo la estética neoclásica en las composiciones de Vicente López y Planes, Esteban de Luca y Pantaleón Rivarola. Bajo la misma preceptiva pueden considerarse la dramaturgia de Manuel José de Lavardén o las fábulas de Domingo de Azcuénaga. Cabe recordar que por aquellos años comenzaron a circular los primeros periódicos: El Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiógrafo del Río de la Plata; La Gaceta de Buenos Aires; El Correo de Comercio, que incluían páginas literarias, lo que contribuyó a la creación de un público lector.
Con el mismo im

Los Años Posteriores a la Independencia
La ruptura política con la corona española propició también la ruptura estética y la adhesión a los postulados del romanticismo francés. Dos textos centrales iluminan la literatura de este período: El Matadero de Esteban Echeverría, considerado por la crítica como el primer cuento argentino, y el Facundo de Sarmiento. Ambas obras, producto de la pluma de escritores exiliados (Ricardo Rojas definirá a esta generación como la de “los proscritos”), subordinan sus indudables valores estético–literarios a un fuerte cometido ideológico. A este grupo pertenece también la producción de José Mármol, autor de la primera novela argentina: Amalia, o la de ensayistas como Juan Bautista Alberdi con su Bases y puntos de partida para la organización política de la Nación Argentina.
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